Nos adentramos ahora en el ciclo de la vida. Para asimilar todos los conceptos que encontrarás a continuación quizá será necesario romper alguna antigua creencia, “cambiar de chip.” En nuestro esquema de evolución, partimos de la base que el Ego Superior, la chispa de luz latente para cada ser humano, es inmortal. Lo que comúnmente llamamos muerte, no sería más que un cambio de vehículos, una especie de plan renove, para volver a las arenas del mundo físico con todas las piezas renovadas.
Ya hemos comentado que la vida se desarrolla en tres mundos: el Físico, el de Deseos/emocional (al que también se le llama Astral en la terminología esotérica) y el del Pensamiento; y para poder vivir en ellos, disponemos de tres cuerpos: el físico, el de deseos y el mental.
El cuerpo físico es el único en el cual el ser humano puede realizarse, adquirir experiencias, progresar. El cuerpo mental y el cuerpo emotivo o de deseos actúan a través del físico, que les sirve de vehículo. De ahí la enorme importancia que debe tener para nosotros la existencia física.
Cuando el cuerpo físico muere, cuando iniciamos el tránsito, la vida se retira al cuerpo de deseos y en él prosigue su evolución. La teoría que desarrollamos a continuación se basa en la reencarnación. Sabemos que existen dos grandes corrientes evolutivas: la de la fe y la del conocimiento. La reencarnación forma parte del segundo grupo, debe comprenderse y asimilarse a través del sentido común. Nadie debe convencernos sino que conviene llegar a esta conclusión siguiendo una lógica evolutiva.
Resulta difícil (por lo menos desde nuestro punto de vista) desarrollar una teoría de la evolución mínimamente creíble sin apoyarnos en la reencarnación, porque sin ella, todo se transforma en casualidad, buena o mala suerte y nada tiene sentido. Nos encontraríamos en un universo arbitrario, sin futuro, sin apenas ilusiones, dado que sus desigualdades son demasiado evidentes si las miramos bajo la perspectiva de que aquí empieza y aquí acaba. La idea de un proceso evolutivo continuado facilita una explicación plausible y fomenta la libertad de interpretación.
El átomo germen
En el momento de la muerte del cuerpo físico, el Átomo-Germen del cuerpo físico, que podríamos definir como un chip de memoria del disco duro humano, (que durante la vida se encuentra en la punta del ventrículo izquierdo del corazón), asciende hasta el cerebro por el nervio neumogástrico y abandona el cuerpo por las suturas de los huesos parietal y occipital.
Este Átomo Germen (chip), también llamado Átomo Simiente, contiene la grabación de todas las experiencias conseguidas y asimiladas a lo largo de la vida. La sangre, que es la que contiene grabadas las experiencias emocionales que vive cada ser humano, deja una huella impresa sobre ese átomo, como un archivo temporal que queda inscrito en el disco duro y que después de pasar por los distintos filtros (que veremos más adelante) se graba de una forma definitiva.
Entonces, si la sangre contiene las experiencias, ¿qué ocurre cuando alguien se desangra, cuando tiene un accidente o en una transfusión? La persona pierde una parte de sus experiencias. Sólo tenemos que fijarnos en cómo cambia el carácter de quien recibe mucha sangre ajena o un órgano trasplantado.
Este tema genera a menudo controversia porque la sociedad asume como una buena acción la entrega de sangre, y lo es, pero cuando disponemos de nueva información, nuestra forma de actuar cambia y analizamos cada movimiento en función de las circunstancias y de nuestras necesidades evolutivas, teniendo en cuenta que siempre debe prevalecer el sentido común. Si sabemos que una transfusión puede salvar una vida, resultará más importante esa supervivencia que las experiencias que perdamos donando sangre, que en definitiva siempre podremos revivir. De esto se deduce una norma, sea del tipo que fuere, la experiencia siempre está al servicio del ser humano y no al revés.
La retrospección
Así es como funcionan las cosas de oficio, con el piloto automático, podríamos decir, pero es importante saber que es posible ir grabando las experiencias a medida que se producen. Cuando estamos escribiendo un texto en el ordenador, si se produce un corte del fluido eléctrico, y no la hemos grabado, podemos perder toda la información, pero si hemos realizado la acción de guardarla en el disco duro, permanecerá. Lo mismo pasa con las experiencias, para grabarlas no es necesario esperar el proceso de la muerte, podemos hacerlo todos los días en el ejercicio de retrospección nocturna. Se trata de llevar a cabo una revisión concienzuda, siguiendo los pasos marcados a continuación:
- Siéntate en la cama o en el sofá justo antes de ir a dormir
- Repasa los acontecimientos del día en tu memoria en orden inverso a como sucedieron, desde el último hasta el primero
- Detente en aquellos que te resulten más relevantes
- Trata de revivir la emoción que te han hecho sentir
- Trata de sentir la emoción que has hecho vivir
- Cuando recuerdes el primer acontecimiento de ese día habrás terminado
Este ejercicio resulta muy útil para registrar/grabar en tu conciencia la enseñanza que cada acto, pensamiento o emoción contenía. Cuando tu nivel de conciencia sea más avanzado, podrás probar a ir grabando, sobre la marcha, lo que te vaya sucediendo durante el día. En este caso, aunque perdieras la sangre, no perderías las experiencias porque ya las habrías pasado al Átomo Germen (disco duro).
Es necesario conocer los procesos a través de los cuales se desarrolla tu vida, porque la información te ayuda a eliminar condicionantes y te vuelve más libre. Después cada cual la utilizará como mejor le parezca.
El cerebro y el corazón
Volviendo al Átomo Germen, ese microchip nos sigue a lo largo de todas nuestras encarnaciones y en él está depositada, en consecuencia, la memoria de las vidas pasadas. Al morir, se incorpora al cuerpo de deseos. Podemos pensar que es como si a un ordenador le quitáramos el disco duro para ponérselo a otro de nueva generación. O como si la caja negra de un avión fuera incorporada a otro aparato, del mismo tipo pero de una serie superior, para que este pudiera integrar la experiencia del anterior. En el mundo entero se trabaja con el sistema operativo Windows, y cada año Microsoft (la empresa que lo fabrica) incorpora novedades y saca un nuevo Windows al mercado.
El Átomo Germen se encuentra en el ventrículo izquierdo del corazón. Buscando la aplicación práctica, podríamos decir que la parte izquierda es la que aporta la experiencia. Todo lo que se encuentra en la izquierda en el organismo es portador de cristalizaciones y constituye la parte «acabada«. En el hemisferio izquierdo se sitúan, por ejemplo: la lógica, el análisis, el detalle, el método, el lenguaje, la memoria concreta, la percepción del bien y del mal, la racionalidad, la estrategia.
Estamos hablando de conceptos mentales, pero ¿qué sucede con el corazón? El cerebro es el que gobierna el organismo. A través de los músculos, imprime un movimiento al cuerpo y cuando un órgano se siente enfermo, es al cerebro que transmite su pesar. A través del filamento nervioso, emite sus órdenes hacia abajo y obtiene la información de abajo hacia arriba. El cerebro es el ordenador que llevamos dentro. Pero el corazón, siendo el que asegura la circulación de la sangre, es quien posibilita el funcionamiento del cerebro, o sea, es como la corriente eléctrica sin la cual el ordenador nunca podría funcionar.
En resumen, el cerebro es el centro controlador de acontecimientos y el corazón es el que los valora y el que guarda memoria, es decir, conciencia de ellos.
El Cordón Plateado
Tras la desaparición del Átomo Germen a la muerte física de la persona, el cuerpo físico se encuentra todavía ligado a los cuerpos superiores –el de emociones y el mental- a través del llamado Cordón Plateado o Hilo Etérico. Este es un filamento brillante de color plata y su forma es la de dos números seis unidos, estando un extremo conectado al corazón y el otro al centro vórtice del cuerpo de deseos. Podríamos decir que es como un cable de fibra óptica.
Por ese cordón plateado transitan las imágenes de la vida que acaba de terminar con toda su carga emotiva. Dichas imágenes proceden de la sangre, en la que se van grabando las vivencias y las emociones que despertamos en los demás con nuestra forma de obrar. Este registro vital pasa al cuerpo de deseos por el puente tendido por el Cordón Plateado.
Este proceso dura de uno a tres días y es de suma importancia que la persona fallecida disponga de serenidad alrededor de ella para que la grabación de estas imágenes en el cuerpo de deseos se efectúe con el mayor rigor.
La ciencia médica suele considerar que la muerte tiene lugar cuando cesa la actividad cerebral. Pero es el paro cardiaco el que produce la muerte y la ruptura del Cordón Plateado. Como ese rompimiento puede producirse hasta tres días después de la muerte, de ahí la importancia de evitar, en lo posible, violentar al finado.
El reposo del difunto
Toda molestia que pueda experimentar el cuerpo en los días posteriores a la muerte irá en detrimento del trabajo que está realizando, ya que el trasvase de imágenes sufrirá interferencias que pueden incluso propiciar que alguna de ellas se pierda, lo cual obligaría a la persona a tener que repetir en otra vida las vivencias malogradas.
Lo ideal sería dejar al difunto durante tres días en un ambiente de respetuoso silencio, ya que los llantos y manifestaciones de dolor de sus familiares también afectan a ese trasvase y le impiden fijar su atención en la grabación de imágenes. Si resulta imposible, como mínimo, deberíamos intentar que pueda pasar veinticuatro horas de paz para conseguir realizar el ejercicio del trasvase, también llamado trabajo post-mortem. Así mismo, ayudará a su alma a encontrar la serenidad que sus familiares recen por él.
En el momento evolutivo en el que nos encontramos, es natural sentir tristeza por tener que despedir a un ser querido. Aunque actualmente, existen numerosas culturas que convierten el duelo en una fiesta organizada por la familia del finado, ya que consideran que el alma sigue su trayecto y se encuentra mucho mejor sin el peso que conlleva el cuerpo físico, idea a la cual adherimos totalmente.
Cuando la mayoría de la humanidad comprenda que se trata de un simple viaje, que la persona va a efectuar un recorrido y que incluso es muy posible que se vuelvan a encontrar, entonces la concepción del duelo cambiará. En ese momento uno se despedirá de sus difuntos como quien se separa de alguien que se marcha para realizar un viaje de largo recorrido y sin vuelta atrás.
Conviene sustituir la palabra “muerte” por “tránsito”, nos resultará más suave y es más adecuada para definir este recorrido.
El tránsito es un proceso natural, todo el mundo sabe que tiene que iniciar su gran viaje tarde o temprano, pero resulta chocante el apego que generamos hacia las personas queridas, porque ese enganche es el que nos produce más dolor a la hora de soltarnos. Creamos dependencias los unos de los otros y eso mengua nuestra libertad de acción. Fijémonos en los héroes de las películas, Superman por ejemplo, realizó su función con gran eficacia hasta que se sintió apegado a una mortal.
Apego y amor
Tenemos un concepto del amor muy particular. De entrada, utilizamos en exceso los pronombres posesivos: mi mujer, mi marido, mi hijo… El amor es un concepto mucho más universal, el amor es incapaz de atar a nadie, el amor es pura libertad. Si amas a una persona, debes ser feliz si ella es feliz y viceversa. Debe unirnos el ánimo de compartir, de vivir experiencias comunes, de conseguir la dicha ajena.
Eso suena bonito pero irreal, y lo seguirá siendo mientras decidamos que así sea, pero si un ser humano, de forma individual, se propone y puntualicemos, se propone, alcanzar un estado de desapego, de amor desinteresado, estará plantando una semilla que acabará por fructificar. Cuanto mayor sea el desapego, menos doloroso resultará el tránsito.
Ciudadano del nuevo mundo
Una vez roto el cordón plateado, la persona ya forma parte de un nuevo mundo. El mundo de Deseos o Astral es idéntico a la tierra en su forma, constituido por un componente más sutil, invisible al ojo físico, porque vibra a una intensidad mayor. Es el mismo efecto que encontramos cuando dos aviones se cruzan a mil kilómetros por hora, no se verán entre sí. Esta materia interpenetra el globo físico y sobresale unos cuantos kilómetros al exterior, de modo que es mayor. Los mundos Físico y de Deseos están unidos en el espacio. Puedes desplazarte de un lugar al otro sin moverte de sitio, de igual manera que los sólidos, líquidos y gases se encuentran juntos en nuestro cuerpo físico, penetrándose unos a otros.
La nueva vida en ese mundo depende mucho del nivel de conciencia de la persona que acaba de realizar el tránsito (morir). El recién fallecido es esperado del mismo modo que el bebé cuando nace, pero en ocasiones le cuesta ver a los familiares que acuden a recibirlo (abrir los ojos) si no está familiarizado con el nuevo mundo.
Tener información sobre los procesos de la vida resulta muy relevante. Lo contrario es como si quieres presentarte a unas oposiciones y no sabes cuando se convocan; o pierdes una subvención porque no sabías que la concedían.
El mundo de Deseos es un mundo de luz y cuando alguien acaba de desprenderse del envoltorio físico, vuelve a su estado natural, que es ser luz. Es como si nos hubieran puesto una escafandra de submarinista o una armadura, en la que solo penetra la luz por una rendija, en el momento que nos la quitamos, da la impresión que la luz exterior es impresionante. La chispa divina contenida en cada ser humano es pura luz.
Algunas personas empiezan a conectar con sus parientes fallecidos antes del tránsito (ven gente en su habitación), aunque muchos son los que se lo callan por temor a que los tomen por gente rara o crean que están locos. Cuando esto sucede, significa que la persona ya está preparando las maletas, está a punto para marcharse, de iniciar un gran viaje.
No aceptar el cambio
Si el que acaba de fallecer estaba muy apegado a la tierra, a su dinero, sus pasiones, sus enseres, tardará en abrir los ojos a su nuevo estado. Cerrará sus sentidos a la percepción del mundo que tiene delante y se aferrará con sus sentimientos a la tierra que acaba de dejar. Lo mismo que algunos bebés que, imaginándose todavía en el útero materno, tardan varios días en abrir los ojos a su nuevo mundo. Igual que en la vuelta de vacaciones, algunos suelen tardar varios días en adaptarse de nuevo al trabajo.
Ocurre incluso que la persona se niegue a aceptar la pérdida de su cuerpo físico y los que poseen visión espiritual pueden ver al «fantasma» de ese individuo montando guardia ante su caja fuerte y desesperándose al ver como sus herederos lo pasan en grande derrochando lo que él con tanto apego guardaba. Del mismo modo, pueden ver a los que fueron aficionados al alcohol introducirse en barriles de vino, con la esperanza de impregnarse de los vapores etílicos.
Resulta triste estar apegado a una posesión sin poder disfrutar de ella, de modo que, a fuerza de frustraciones, esos seres acaban apartándose de un camino imposible y un día abren los ojos a los trabajos que les esperan en el nuevo mundo. Entonces descubren a sus familiares y siguen su senda evolutiva.
Algo similar sucede con quienes estaban unidos por lazos muy fuertes a personas que se quedan en la tierra. El llanto de estas últimas, sus ansias de que vuelvan, su desamparo, su angustia, el auxilio que solicitan los mantiene emotivamente unidos y les impide seguir su camino evolutivo. Ese amor posesivo de una persona viva por una fallecida resulta perjudicial para los desencarnados (los que carecen de cuerpo físico). La forma de amor correcta de un vivo hacia una persona en tránsito consiste en desear que se aleje y viva en plenitud su nueva situación.
Es muy importante pues que durante nuestra vida en la tierra nos vayamos acostumbrando a los cambios de todo tipo y que seamos capaces de abrir los ojos a nuevas realidades, a lo que está más allá de nuestra fronteras naturales.
Informarse
La información sobre estos temas está a nuestro alcance, pero cada uno de nosotros debe acceder a ella de forma individual. Existen infinidad de libros que explican este proceso y todos los demás, solo tenemos que leerlos. Aunque para encontrarlos es preciso estar preparado y para ello es necesario soltar apegos. Alguien muy atado a sus emociones primarias tiene poco interés por estos temas y prefiere pensar, porque le resulta más cómodo, que todo empieza y acaba en esta vida. A la hora de la verdad esa persona tampoco actúa en consonancia con estas ideas, de lo contrario trataría de disfrutar más de lo que tiene en lugar de apegarse y repetir siempre los mismos patrones; más que atesorar dinero y llenar sus cuentas bancarias, buscaría la manera de gastarlo y disponer de más tiempo libre.
En el caso que una persona muera joven y carezca de familiares conocidos que estén en el más allá, se presenta un comité de acogida formado por ángeles.
Los que se quedan en el mundo físico, los familiares del difunto, pueden ayudarle a superar el trance del tránsito a través de sus oraciones. Al orar movilizan fuerzas elementales que protegen al recién fallecido, aislándolo de influencias negativas y proyectándolo hacia la cumbre, hasta dejarlo en la zona en la que se realizan los trabajos que ahora le incumben. En las oraciones es preceptivo pedir a los guías que lo eleven, que le permitan salir de la zona intermedia para iniciar los trabajos en ese nuevo mundo.
Si el ruego se formula para que vuelva, para que se acuerde de nosotros y se quede cerca, se frenará la evolución de la persona querida, ralentizando su avance natural.
Una pregunta que surge a menudo: ¿Qué sucede si has sido abandonado por tus padres o si mantenías relaciones tensas, ¿en esos casos también vienen a buscarte?
Las relaciones que se mantienen en la tierra forman parte del ajuar que se ha elegido para desarrollar las experiencias que necesitamos, pero cuando se finaliza la andadura, la persona se desprende de él (por lo menos hasta la próxima aventura). Así que los familiares vienen a buscarte como si nada hubiera sucedido, ya que en ese momento tu estado de conciencia (y el suyo) es otro.
Ejercicios:
- Durante los próximos nueve días lleva a cabo el ejercicio de la retrospección.