El mundo de Deseos o Astral está compuesto de siete regiones formadas por una materia cuya densidad es decreciente. Desde la más densa a la más sutil, se denominan:
1ª Región: de las pasiones y viles deseos.
2ª Región: de la impresionabilidad.
3ª Región: de los anhelos.
4ª Región: de los sentimientos.
5ª Región: de la vida del alma.
6ª Región: de la luz del alma.
7ª Región: del poder del alma.
El mundo de Deseos es más antiguo que el mundo Físico y por lo tanto está más formado y estructurado. Se creó por primera vez en el segundo Día de la Creación, se organizó y perfeccionó en el tercer Día y en el cuarto recibió el privilegio de dar fruto: el mundo físico.
Nuestro mundo es el hijo natural del mundo de Deseos y, del mismo modo que el bebé tiene todos los órganos que tiene la madre (si es una niña), también nuestro mundo dispone de los detalles existentes en el que nos ha dado la vida. Pero, como en el bebé, algunos de esos órganos están todavía poco desarrollados, se encuentran en estado embrionario. También en nuestra vida diaria son los deseos quienes conciben y gestan la realización física y material, de acuerdo con la ley hermética según la cual lo que sucede abajo es copia de lo que sucede arriba.
Pero si el mundo de Deseos es más antiguo que el Físico, en cambio nuestro cuerpo de deseos es más joven que nuestro cuerpo físico (porque se formó más tarde) y, por lo tanto, menos estructurado y con menos capacidad de maniobra en su mundo. Es por ello que las descripciones que realizan las personas que viajan conscientemente al mundo de Deseos son muy diversas.
Las fuerzas de atracción y repulsión
Del mismo modo que en la tercera dimensión o mundo físico tenemos la ley de la gravedad que nos permite magnetizarnos a la tierra, en las tres primeras regiones del mundo de Deseos rige la fuerza de Repulsión que tiene como objetivo destruir todo lo que cae bajo su órbita y en las tres regiones superiores rige la fuerza de Atracción, cuya misión es fortalecer y unir lo que cae en sus dominios. Podríamos decir que la cuarta es una región neutral.
Como sea que el error se concentra en las tres primeras regiones, la fuerza de Repulsión activa en ellas, lo destruye de forma constante, sin permitir que se fortalezca y progrese. Debemos entender por “error” o “mal”, todo lo que es contrario a las leyes universales. Podríamos decir que es como el filtro que hay en nuestros carburadores, que no deja pasar la porquería para que no se estropee el motor.
Por el contrario, el “bien” se concentra en las regiones superiores y la fuerza de Atracción, activa en estos dominios, le permite fortalecerse y ser cada día más percutante. Es por ello que en el combate entre la luz y la oscuridad, esta última lleva siempre las de perder.
Hemos explicado que el ser humano está dotado de tres cuerpos: el físico, el emotivo y el mental. En el segundo, se gestan las emociones y en él rigen unas leyes: Repulsión y Atracción. Según la materia de deseos que manejemos, es decir, según de qué tipo sean nuestras emociones, se activa una fuerza o la otra.
Pongamos un ejemplo práctico. Cuando generas un sentimiento contrario a las leyes universales, como el odio, la fuerza de repulsión ejerce su labor para eliminarlo de tu vida. Así, para mantenerlo activo, deberás seguir generando ese odio de forma continua. En el momento que dejes de hacerlo, que te olvides de esa persona, la fuerza de repulsión se llevará esa energía.
En cambio, cuando amas a alguien, la fuerza de atracción vehicula ese amor para que se expanda, sin que debas realizar esfuerzo alguno.
Dicho esto, el mayor peligro que puede generarse en nuestro universo, es darle patente de “bien” a un “mal”. Es decir, si acabas considerando, con fuerza, que odiar es bueno, podrías estar trasladando ese mal sentimiento hacia la zona de atracción, lo cual haría que se mantuviera sin esfuerzo y contaminara tu universo. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando le damos a 007 licencia para matar. Llegará un momento que matará a “buenos y malos” en el mismo paquete y los llamará “daños colaterales”.
Nuestra vida está trufada de errores, lo importante es no tratar de justificarlos, dejar que ellos mismos se evidencien y así acabaran por auto destruirse.
En resumen, si en nuestro vivir cotidiano utilizamos las energías procedentes de las esferas inferiores (nos manejamos con el odio, el rencor, la rabia, los celos, la envidia…) nos tocará luchar sin descanso para conseguir que esos sentimientos avancen, es preciso alimentarlos, porque estarán sometidos a la fuerza de Repulsión que los desintegrará, ya que son contrarios a las leyes del universo. Será como si estuvieran avanzando, pero en sentido inverso, por una cinta transportadora que nunca se detiene y que finaliza su recorrido en una máquina de triturar. Para evitar que los pulvericen, deben andar a contracorriente sin parar. Cuando las personas se quejan que su vida es un constante batallar, es debido a que están en lucha contra esa fuerza de Repulsión que lo tritura todo.
Este combate inútil cesará cuando esos seres desarrollen una actividad armónica, acorde con las regiones superiores. Así ocurre que si los sentimientos son de amor, solidaridad, colaboración, simpatía, la fuerza que se activa es la de Atracción y esas actitudes encuentran ayudas inmediatas y un sostén en la sociedad.
Cuando veas que que las cosas no funcionan en tu vida, que pasas por muchas vicisitudes, cambia de rumbo, elévate
Depurar errores
Al morir el cuerpo físico y encontrarnos viviendo en el cuerpo de deseos, las siete regiones del mundo de Deseos forman en nosotros siete envoltorios, dispuestos como en las cebollas, que están constituidas por capas. Es como si lleváramos puestos siete abrigos, de los cuales nos iremos despojando a medida que la materia que forma el envoltorio se vaya desintegrando.
Así, antes de convertirnos en ciudadanos de pleno derecho del nuevo mundo deberemos pasar todavía un periodo depurando los errores cometidos en la vida que ha terminado, permaneciendo en la más baja región del mundo de Deseos, que se denomina: de las pasiones y viles deseos, aquella que en la tradición católica se conoce con el nombre de infierno.
El infierno existe, pero es muy distinto a como lo pinta la imaginería popular. Digamos que los seres humanos, desde el principio de los tiempos, han proyectado (en función de un férreo sentido de la moral y de una necesidad de control por parte de ciertas autoridades eclesiásticas), lo que pensaban que debía suceder después de la muerte.
Incapaz de comprender más allá de lo que veía, el ser humano primitivo calculó su porvenir en función del presente vivido. Así, el cuadro de castigos que se imaginaba en el infierno era el reflejo de los propios males de la humanidad. Si a una persona se la castigaba por cometer un delito, peor debería ser la pena en el infierno. Las dificultades para comprender su propia personalidad espiritual hizo imaginar penas materiales.
Es por ello que, con algunas diferencias en la forma, la imagen del infierno en todas las religiones se asemeja: el fuego material es la base de los tormentos, simbolizando los más crueles padecimientos. En el orden simbólico, el fuego se relaciona con la purificación, lo cual indicaría que el paso por el infierno sería un tránsito purificador de los errores cometidos en vida.
El concepto real es muy distinto a lo que la imaginería popular ha proyectado. El infierno viene a ser como una sala de cine en la cual el panorama de la vida, impreso ahora en el cuerpo de deseos, empezará a desarrollarse ante el recién fallecido, el cual lo contemplará como si estuviera viendo una película en blanco y negro. Pero se trata de una visión de su vida parcial, solo de la parte errónea que ella contenga. Y las escenas se suceden en orden inverso al vivido, empezando por la última imagen registrada en la sangre, hasta la primera, impresa a los pocos instantes de nacer.
La persona revivirá entonces una parte de su vida, pero con la particularidad de que experimentará los sufrimientos que haya infligido a los demás con su actuación. Si ha delinquido, sentirá en ella las angustias de sus atropellos. Los percibirá con la misma intensidad con la que su prójimo los recibió, hasta arrancar esa vivencia de la memoria de su vida. Pero ningún dolor le es infligido sino que todo sucede en el ámbito de las emociones, como si fuera el espectador de una película en el cine y llora o grita por la emoción que le producen las escenas.
En esta primera región del mundo de Deseos reina la oscuridad y un olor pestilente, característico de la materia en descomposición. La fuerza de repulsión acumula las “heces” para ser quemadas e incorporadas de nuevo a la materia primigenia de este mundo.
La destrucción de este primer envoltorio de nuestro cuerpo de deseos produce dolor emotivo, que imprimirá en la conciencia el sentido de la corrección de los errores que hemos cometido, sobre la base de la experimentación del dolor que han producido en aquellos a los que iban destinados.
Cuando las “maldades” nos han sido arrancadas de la piel, abandonamos esta zona para dirigirnos a la siguiente región.
Esos trabajos pueden reducirse a un mínimo o evitarse incluso si esa toma de conciencia que debe tener lugar se ha realizado durante la estancia en la tierra. Y uno de los trabajos que más puede ayudar a ello es el de la Retrospección (que ya comentamos con anterioridad), que consiste en pasar revista a los actos acontecidos en la jornada -desde el último hasta el primero- teniendo el propósito de corregir los errores cometidos y las emociones generadas. Para paliar el tránsito por el Infierno, la persona tiene que tratar de sentir en su interior lo que ha hecho sentir a su víctima, de este modo, ya está pasando por la prueba.
En casos más graves, si la persona ha cometido un asesinato, por ejemplo, la retrospección también puede ayudarle a saltar la prueba del Infierno (aunque sentir lo que vivió la víctima le resultará harto difícil), pero sesgar una vida conlleva una responsabilidad con nuestros hermanos de evolución. Dado que el ciclo vital es continuo, quien haya dado muerte a alguien puede tener que darle vida en una próxima encarnación, siendo su madre, por ejemplo. Pero, además, la imagen que se formó en su sangre de ese crimen, se grabará en su programa vital, y en una próxima existencia esa imagen aparecerá en su programa de manera negativa. Es decir, es probable que el propio individuo cree situaciones en las que él sea la víctima pero podría salvarse de una muerte violenta si su posible asesino acepta ejercer su prerrogativa de perdonar.
La comprensión de las leyes de la vida (que le llevarían a pedir perdón y a orientar sus pasos hacia la petición de clemencia) o la bondad de esa persona, ahora en situación de víctima, pueden forzar a la gracia divina a intervenir para salvarle. Esa gracia puede actuar entonces sobre el posible criminal, o sea, efectuar en él una obra de redención, de transmutación de su forma de ser. Así pues, el antiguo criminal solo evitará que se cumpla en él la antigua ley del talión -ojo por ojo y diente por diente- si mediante una transformación interna es capaz de redimir y salvar de la violencia al que ha de ser su futuro asesino.
Todo ello resultará difícil porque carecemos de los canales apropiados de información y nadie sabe si mató a alguien en otra vida, a menos que sea a través de un vidente o de una regresión. Entonces se trata de predicar con el ejemplo. Podemos empezar por perdonar las ofensas que recibamos y de este modo estaremos sembrando el germen del perdón y resultará mucho más sencillo entonces que los demás a su vez también nos eximan de los errores que hayamos cometido.
Yo suelo utilizar una fórmula que repito a diario:
Pido perdón por los errores cometidos o el daño inflingido a terceros, en esta vida o en vidas pasadas, consciente o inconscientemente. Del mismo modo que yo perdono a los que me hayan dañado consciente o inconscientemente, en esta vida o en las pasadas. Y finalmente, me perdono del daño que me haya hecho a mí.
Mandar amor
En ocasiones nos enfadamos con las personas sin saber con exactitud la razón, solo porque nos caen mal, podría ser entonces, según lo dicho con anterioridad, que tengamos un contencioso pendiente con ellas y eso explicaría que a veces incluso sintamos repulsión sin apenas conocerlas. Es importante comprender la necesidad de perdonar. De lo contrario entramos en un bucle cerrado en el cual siempre se repite la misma rutina. Al final acabamos sintiendo como un peso en la espalda, como si transportáramos una mochila cargada con todas las personas con las que mantenemos tensiones.
Es como un pez que se muerde la cola, si emitimos sentimientos sombríos (odio, celos, envidia, rencor) hacia otra persona, ésta los recibe y, de forma inconsciente, nos los reenvía, lo cual recarga de nuevo nuestro depósito de desperdicios y le volvemos a mandar una nueva carga de profundidad. Podemos continuar así hasta el aburrimiento (y nuestra capacidad de aguante es ilimitada), o hasta que uno de los dos decide invertir la corriente.
¿Cómo se consigue? Con Amor. Se trata de cambiar el contenido del género que mandamos al otro y en su lugar enviarle amor. Años atrás, se emitía en la televisión un programa de dibujos animados llamado: “los Osos Amorosos”, en él unos ositos se dedicaban a enviar corazones de colores a todo el que emitía sentimientos negativos. Aun cuando pueda parecer una tontería, es un buen sistema. Se trata que durante unos días (nueve sería un buen plazo) dediques tres minutos de tu tiempo a concentrarte e imaginar que desde tu corazón salen unos corazoncitos de color rosa hacia el corazón de la persona con la que estás en conflicto. Podemos asegurar que se producirá un cambio importante en la relación con ella.
A modo de ejemplo, uno de los casos más curiosos lo vivió una mujer a la que llamaremos Puri. En un curso, le dijimos que mandara corazones a una persona con la que mantuviera una tensión. Nos explicó que iba a mudarse de apartamento, después de veinte años, y que había una vecina en su edificio con la que quería congraciarse antes de marchar. Sin haber tenido un roce, nunca había conseguido que la saludara al cruzarse en la escalera. Le mandó los corazones y al tercer día llamaron a su puerta. Era la vecina con un ramo de margaritas. Se las entregó sin mediar una palabra y se marchó. A partir de aquel día empezaron a saludarse cordialmente.P