Iniciación a los Misterios de la Vida

0 de 39 lecciones completas (0%)

Módulo 4: El retorno a la tierra

Lección 25: La unión masculina y femenina

No tienes acceso a esta lección

Por favor, inscríbete o accede para acceder al contenido del curso.

De la unión de las dos potencias, masculina y femenina, nace lo que en el universo es la fuerza activa y operante, la que hará posible la Creación.

En la Biblia, ese libro que explica en clave simbólica y real a la vez la historia de nuestra humanidad, Caín aparece como el hijo de Adán y Eva. En la leyenda masónica y otros relatos iniciáticos, Caín es el hijo de la serpiente. Los cabalistas (estudiosos del génesis humano) citan con frecuencia a los luciferes enamorados de «las hijas de los hombres» y teniendo relaciones sexuales con ellas. Esos relatos describen de una manera anecdótica el resultado de un proceso natural. Es decir, cuando los Elohim cubrieron con su ropaje la esencia Zodiacal, tuvo lugar un acto de generación que dio como consecuencia el nacimiento de un «hijo«, es decir, de un tipo de materia cósmica que era el resultado de la unión de la esencia de los Elohim con la esencia de los Zodiacales.

Los Elohim son jerarquías creadoras que trabajaron de forma voluntaria en nuestro proceso de evolución junto a los zodiacales, una especie de accionistas que hipotecaron su patrimonio.

Esta generación, situada en el ámbito humano, da como resultado el nacimiento de Caín, del «hijo perverso«, fruto de la copulación de lo “inferior” con lo “superior”. Lo que representa a nivel simbólico ese Caín, nace siempre cuando dos personas de niveles distintos o de países diferentes se unen. Ello da lugar al nacimiento de una fuerza intermedia creadora. 

Tal como sucediera con los Elohim, sucedió luego con el despliegue de las facultades humanas. Caín es el hijo de la mujer y de un semi-Dios o, mejor dicho, de un semi-ángel. Más tarde, según relata la leyenda masónica, la serpiente fue expulsada del paraíso por Dios, y por ello Caín fue llamado «el hijo de la viuda.«

En los Elohim existían las dos polaridades, masculina y femenina y de la unión de ambas nacería la tercera, que por ser el resultado natural de la unión de las dos primeras, formaba parte inseparable de éstas. De modo que las tres Fuerzas eran rostros diferentes de una sola, con lo cual queda explicado el misterio de la Trinidad, del Padre, Hijo y Espíritu Santo en la religión católica.

Las tres Fuerzas primordiales corresponden a la misma unidad operativa, pero las necesidades de la Creación motivaron que cada una de ellas desempeñara papeles distintos, de modo que las tres Fuerzas se constituyeron en tres poderosos Centros Energéticos, cada uno especializado en determinados trabajos.

Kether, Hochmah y Binah

En la terminología de Moisés, el primero de esos Centros se conoce con el nombre de: Kether, la Corona (que para la religión católica correspondería a la figura del Padre); el segundo con el nombre de: Hochmah, la Sabiduría (que recaería sobre la figura del Hijo), y el tercero con el nombre de: Binah, la Inteligencia Activa (que representaría el Espíritu Santo.) Generalmente se las representa con un triángulo -primera figura tangible o espacio cerrado en el que se puede organizar en su interior la vida-, en el que Kether aparece en la cúspide, Hochmah a la derecha y Binah a la izquierda. 

Esos tres centros energéticos primordiales desarrollan una intensa actividad en cada uno de los mundos en los cuales tenemos vida.

El atributo de Kether, la Corona, se llama Voluntad. Es el principio fecundador, el que contiene la simiente de los frutos venideros. De él procede la luz que lo ilumina todo, barriendo las oscuridades y transmutando de forma continua y sistemática las situaciones opacas. 

Kether, como las demás fuerzas, se encuentra interiorizado en cada ser humano y transmite esa esencia llamada voluntad que insemina nuestros proyectos para que puedan realizarse. Transfiere capacidad para la iniciativa, para arrancar, para lanzarnos a la acción.

Dicho de forma más clara, nada puede iniciarse en nuestro mundo sin una aportación de voluntad o de Kether. Es como el motor de arranque que permite al coche iniciar su marcha. Con Kether estaríamos hablando de la fuerza masculina.

El atributo de Hochmah, la Sabiduría, la segunda fuerza del triángulo, se llama Providencia. En Hochmah se interioriza la luz de Kether, constituyendo así un auténtico pozo de luz divina a disposición de la vida.

Cuando en un proyecto se ha activado la voluntad, aparece de inmediato la providencia, es decir, las circunstancias propicias para que esa voluntad se cumpla, lo que comúnmente llamamos suerte

Tenemos un dicho que reza: “los niños vienen al mundo con un pan bajo el brazo”, queriendo significar que traen buena suerte. En este caso la inseminación sería el acto de voluntad y el nacimiento del bebé traerá consigo las circunstancias propicias para que se puedan desarrollar los objetivos fijados. A esta fuerza se la apoda providencia y cualquier proyecto necesita en sus inicios de su aporte de providencia. Hochmah será pues la fuerza femenina.

El atributo de Binah se llama Inteligencia Activa-marco de actuación y a través de esta fuerza todo el universo se pone en movimiento, dando lugar a la diversidad de las formas existentes. Nos indica las normas a seguir.

Después que en un proyecto se hayan activado la voluntad y las circunstancias propicias, el tercer ingrediente es la creación de un marco estructural que nos permita delimitar el espacio en el que debe ser desarrollado ese propósito.

Imaginemos que hemos decidido hacernos construir una casa. La fuerza Kether impulsaría a configurar el proyecto, a saber cuáles son los objetivos que nos mueven. Hochmah aportará las circunstancias propicias, que pueden traducirse en que nos encontremos con alguien que conoce un constructor y nos ponga en contacto. La fuerza Binah nos empujará a decidir dónde va a ubicarse la casa, a delimitar el terreno o a limitar el campo de búsqueda para que ese proyecto pueda llegar a buen puerto.

Ese sistema puede utilizarse en cualquier tipo de proyecto, por ejemplo una conquista amorosa: decido que quiero enamorar a un hombre, una amiga me invita a una fiesta y concreto el tipo de hombre al que quiero seducir.

Pero todavía faltan etapas por desarrollar antes de conseguir el objetivo y más adelante las vamos a plantear.

Voluntad, Sabiduría e Inteligencia son tres principios que se encuentran interiorizados en cada uno de nosotros. 

La Voluntad (Kether) se relaciona con nuestro cuerpo mental, promoviendo una sed de conocimiento y aportando el material espiritual que ha de posibilitarlo. 

La Sabiduría (Hochmah) se relaciona con el cuerpo de deseos, movilizando en él nuestros sentimientos en el empleo de conocer y saber. 

La Inteligencia (Binah) se relaciona con el cuerpo físico, propiciando que el designio del que es portadora la Voluntad encaje en el mundo físico.

De este modo se podría formular el plan de la Creación de la siguiente manera: en el “cielo” existen unos conocimientos que es preciso imprimir en el mundo material, para que éste sea una copia exacta. Como el mundo material es más estrecho que el mundo espiritual, al “cielo” le resulta imposible vaciarse en la tierra como el agua de un cubo se vacía en otro. La implantación del orden divino se efectúa parcela a parcela, filamento a filamento, como el que trasplanta cabello en la cabeza de un calvo. 

El abismo y la inhibición

Esos tres Centros energéticos constituyen una unidad, pero en el reparto de tareas apareció de inmediato una evidencia: en aquel universo de luz iba a resultar imposible otra vida que la de ellos, los Dioses. Si querían crear una Vida inferior a la suya, para lanzar nuevos seres al torrente de la evolución, era preciso crear en ellos mismos una Zona Oscura, a fin de que la nueva Vida pudiera evolucionar en esa sombra.

Le tocó a Binah ser «Zona Oscura«, el tercer Centro energético. Pero algunos elementos que trabajaban en esa zona estuvieron en desacuerdo. Todos tenían derecho al mismo nivel de luz y ciertos sectores de Binah estimaron injusto tener que renunciar a ella. Nos estamos refiriendo de nuevo a los luciferes. 

La solución del conflicto, como ya se ha dicho, consistió en precipitar al «abismo» a los disidentes. Es decir, las fuerzas hostiles al designio divino fueron lanzadas a un nivel inferior para que siguieran en él su avance sin perturbar la buena marcha de la Creación. Estos fueron los primeros «rezagados» de la historia del presente periodo evolutivo.

Podemos extraer de ello una enseñanza práctica: cada vez que nos inhibimos, en nuestro quehacer cotidiano; cada vez que pasamos de largo ante los sufrimientos o dificultades del prójimo, diciéndonos: «es su problema«, estamos siguiendo la política de los luciferianos, ya que la separación que se produjo en Binah cuando los disidentes fueron arrojados al «abismo«, fue debida, como decíamos, a que una parte de sus moradores se inhibieron de la tarea esencial que debían realizar y que consistía en alumbrar nuevos mundos, utilizando la propiedad ígnea de Kether para extender la vida. La inhibición es un enemigo a combatir

Pero aclaremos una cosa, ya que anteriormente dijimos que debíamos evitar dar consejos e inmiscuirnos en asuntos ajenos. Veamos, un tema es participar en las decisiones que deben tomar los demás, lo cual puede resultar arriesgado por las implicaciones que conlleva; y otro muy distinto, que pretendamos pasar por la vida como si nada fuera con nosotros, como aquellos que repiten como loros: “paso mucho”. Si se encuentra a alguien accidentado en una carretera, es lícito pararse; si una persona solicita ayuda, debemos dársela; en un proceso electoral, participemos, porque al final lo relevante serán las experiencias que extraigamos de nuestra vida.

Volviendo al tema anterior, la técnica del «abismo» sería ya una institución y con ella se resolverían los ulteriores conflictos. Pero esos «rezagados«, evolucionando a niveles distintos a los del resto de la especie, crearían una permanente conflictividad y serían, tanto ellos como sus descendientes de los planos inferiores, los grandes agentes del «mal«, en definitiva, de los errores que comete el ser humano. De algún modo nos ayudan incitándonos a cometer errores.

El yerro resulta ser, en último análisis, la inhibición, la falta de apetencia y participación en el mundo exterior. «La manifestación de la eternidad está representada como un Hambre«, escribía el místico Jacob Boehme. Tragarse el mundo exterior, engullir la eternidad, tal es el objetivo. El que nunca experimenta ese deseo, está empezando a formar en la fila de los «rezagados«.

Una vez excluidos los disidentes de la esfera de Binah, el resto aceptó el «oscurecimiento«, es decir, consintieron vivir a un nivel inferior a sus méritos, con todos los inconvenientes derivados de esta situación. Para poner un ejemplo en el ámbito humano, es como si el hombre que ha vivido siempre a la luz del Sol, tuviese de pronto que irse a vivir dentro de una mina.

Se produjo entonces en las esferas de Binah una cristalización de las energías primordiales y en ese mundo ya más oscuro pudo aparecer una nueva oleada de vida.

Fue pues el sacrificio de Binah lo que permitió la vida a niveles inferiores y como la historia de Dios es nuestra propia historia, será también mediante el sacrificio que conseguiremos progresar hasta alcanzar cierto nivel evolutivo. Será así hasta que pasemos a la columna derecha del Árbol de la Vida, siguiendo las consignas crísticas.

Los padres deben sacrificarse para educar a sus hijos. Por ejemplo, reducen su “luz” – en este caso, el lenguaje habitual que utilizan- para que sus palabras resulten inteligibles a sus retoños.

El sacrificio fue una Ley cuya adopción se hizo necesaria en el alba de la Creación. Pero, como acabamos de señalar, ese sacrificio fue el que instituyó en el mundo el “Mal”, porque generó una conflictividad que tuvo que ser reprimida por decreto, por así decirlo, postergando a un nivel inferior a los que se rebelaron contra la decisión divina.

El objetivo del sacrificio debe ser la creación. La luz es la materia prima de toda edificación, pero es la luz que circula por nuestro interior la que lleva el germen de la vida y es ésa la que debemos utilizar para nuestras creaciones, ya que la ley quiere que toda cosa, antes de tener una existencia exterior, haya sido edificada en nuestra naturaleza interna. Utilizando nuestro potencial para multiplicar la creación divina, estaremos ejecutando la política de Dios. 

Si nos concentramos demasiado en nosotros y nos inhibimos de toda creación, estamos oponiéndonos a la política divina. La luz consumida en creaciones externas nos va siendo restituida a medida que la vamos gastando, de acuerdo con la ley que reza: «a cada cual según sus necesidades«, pero la calidad de la luz recibida dependerá de la obra que estemos realizando

Es a través de los Éteres que captamos la luz y ya hemos explicado que disponemos de esa fuerza vital en la medida que la vayamos utilizando: si consumimos mucho Éter Químico, el flujo de Éter Reflector y Luminoso disminuirá. Es como si tienes un presupuesto para pasar el mes, si gastas mucho en comida, te quedará menos para ropa, para salidas, para libros… 

Pero aún en el caso de estar utilizando los Éteres superiores para creaciones sublimes, si esa petición de luz es exagerada, difícilmente podremos conservar esa luz en nuestro interior y se formará en nosotros una «zona oscura», como sucediera con Binah.

El problema puede consistir en que nos resulte imposible llevar a madurez todas las tendencias que se manifiestan en nuestro interior, exteriorizarlas, conseguir que se conviertan en una obra externa, de modo que una parte de nosotros mismos permanecerá entonces en el «abismo«, evolucionando en otros niveles, en otro tiempo, en otra vida.

Así pues, para poder crear y cumplir con el compromiso divino nos vemos en la obligación de utilizar la luz que solicitamos y proyectarla fuera de nosotros mismos. 

Si la totalidad de nuestro ser se opone al sacrificio, guardándolo todo para nosotros, salinizándonos para impedir que la Luz pueda salir al exterior, nos sitúa automáticamente fuera del esquema de la creación. Y si por un lado alcanzamos la plenitud del conocimiento, al dejar de emplearlo para abrir nuevos frentes en la creación, compartiendo, se convierte en una enseñanza inútil, en un puro desperdicio y ello nos sitúa en las filas de los rezagados.

Pongamos otro ejemplo. Hemos dicho en capítulos anteriores que las relaciones con los demás son portadoras de karma, generan facturas que nos obligarán a tener que volver nuevamente a la tierra para liquidarlas. Con esta información podríamos decidir encerrarnos en casa para el resto de nuestros días y evitar así la generación de nuevo karma. Pero dado que en nuestro sistema de vida necesitamos compartir para evolucionar más deprisa, el encierro nos apartaría de esa vía, sería como si nos salinizáramos (nos encerráramos en sal para conservarnos) y nos situaríamos así fuera del esquema de la creación, convirtiéndonos en rezagados.

Crear es pues una necesidad, incluso las creaciones erróneas, aquellas cuyo ropaje material se destruye al poco tiempo de edificarlo, son preferibles a la inactividad, ya que la energía que se desprende de esos errores, al ser reincorporada de forma contundente al individuo en las bajas regiones del mundo de Deseos, después de la muerte física, es generadora de conciencia. Mientras que la inhibición pocas veces nos permite darnos cuenta que estamos desconectados de la vanguardia de nuestra Oleada de Vida.

Adam, Aisha y Eva

Si en nuestro fuero interno el sacrificio produce una división de tendencias, en el ámbito del Ego Superior, el «drama» de Binah también produjo una división. El ser humano, que en su primera fase evolutiva era hermafrodita, encerrando en él mismo la polaridad positiva y negativa, al entrar Binah en su período activo, produjo en el alma humana una separación y el primitivo Adam tuvo que ceder parte de su ser a Eva. A partir de entonces, el hombre debería juntar sus fuerzas sexuales con las de la mujer para dar vida a nuevas almas. Y, lo mismo que en el terreno físico sucede en el espiritual. Para cualquier creación estable son necesarias la colaboración de la Voluntad-Adam y la Imaginación-Eva. 

¿Por qué decimos Adam en lugar de Adán? Este es un error frecuente. Sabemos que la Biblia, el libro que transmite el génesis de nuestra humanidad en forma de historias simbólicas y reales, está escrito con las letras del código hebraico. Así Adam está formado por las letras Aleph-Daleth-Mem. El significado de la palabra Adam representa la humanidad antes de ser individualizada. 

Cuadro de letras hebraicas

Así como en el primer Día de la Creación, Kether fue el principal centro activo, también en el despliegue de la Oleada de vida humana, la primera forma de vida que existió fue Adam. Este nombre debe escribirse con M final. En las tres letras que lo componen están representados los tres centros de energía que participaron en esta creación. El Aleph es Kether o la Voluntad que lo mueve todo; el Daleth es Hochmah, o el Amor que crea la vida; el Mem es Binah, o la Forma material que da a las virtudes espirituales un vehículo para su manifestación.

En la terminología alquímica, ese primer estadio de la existencia material representado por Adam recibe el nombre de Azufre, considerado como el padre de todos los metales, su generador, que se encuentra en las múltiples combinaciones materiales a que dio lugar la diversificación de la Creación. La humanidad adamita tenía un nivel de conciencia semejante a los minerales actuales, es decir, ausencia total de conciencia de sí misma.

En el segundo Día de la Creación, el principal Centro activo fue Hochmah. La especialidad de ese Séfira es la de llevar a la madurez aquello que Kether-Voluntad ha iniciado. En Hochmah se encuentra almacenada la corriente luminosa procedente de Kether y el suplemento de luz que correspondería a Binah y al que éste renunció para que fuera posible la existencia de nuevas oleadas de vida; de modo que Hochmah es un auténtico pozo de fuerzas luminosas que sirven para reconstituir la armonía allí donde reina el desorden, el caos y la enfermedad.

Del mismo modo que en el segundo Día de la Creación el centro activo fue Hochmah, también en la segunda etapa del desarrollo de la Oleada de Vida humana apareció la mujer. La humanidad adamita era hermafrodita, y así lo es el feto en la etapa de su desarrollo en que recapitula ese período. Al entrar Hochmah en fase dinámica, Adam, el hombre primordial, se dividió y el sexo masculino fue separado del femenino. 

Es preciso entender correctamente este proceso, porque una lectura equivocada de la Biblia podría llevar a pensar que el primer sexo que apareció en la tierra fue el masculino, cuando queda claro que Adam era hermafrodita, hombre y mujer a la vez.

En una traducción simple de la Biblia (Génesis II/23), se apunta que Adam dio a ese nuevo estado de ser, nacido de su costado, el nombre de mujer o varona. En realidad la palabra que aparece en el texto de Moisés es Aisha, palabra formada por las letras hebraicas: Aleph-Shin-He. El análisis de esas letras nos permitirá comprender su profundo significado. El Aleph, representa la fuente primordial de la vida en la cual toda voluntad tiene su origen. El Shin es el signo de enlace entre la divinidad y el ser humano, es el terreno de encuentro entre la naturaleza espiritual y la material y, por lo tanto, ilustra el instante en que el ser humano comprende los objetivos de Dios. El He es la fecundidad, la fertilidad material. Este nombre revela un estadio, en el desarrollo humano, en el cual el ser humano posee ya la facultad de comprender, encerrada dentro de sí, y de transmitir esa facultad a través del He a todas las cosas. 

Pero más allá de ese significado, en Aisha, Dios establece una alianza con el ser humano, marcándolo con el Shin, signo que constituye una promesa de redención. Es por ese signo que un día vendría al mundo material Jesús-Cristo, denominado el Hijo, y que además de representar un acontecimiento histórico, aparecería en nuestra propia naturaleza individual. Aisha se manifestará un día dentro de nosotros y nos traerá el hijo tan esperado, y ese será un nacimiento sin la intervención de un varón: será obra de nuestro espíritu que habrá conquistado una categoría superior.

En la terminología alquímica, ese segundo estadio de la existencia material representado por Aisha, recibe el nombre de mercurio, considerado como la madre de todos los metales.

En el tercer Día de la Creación el principal centro activo fue Binah. Su especialidad fue servir de fundamento a todo lo creado. Binah sería así la portadora de oscuridad, pero al mismo tiempo la que hizo posible nuestra existencia, la matrona que, en sucesivas etapas, iría «enfriando» las energías primordiales, a fin de que pudiéramos disponer de una Tierra material como campo de operaciones.

Binah ha sido llamada Madre Oscura del Mundo. Ella ha gestado nuestra Tierra y su representante en el ámbito humano, la mujer, es la encargada de gestar las criaturas.

Del mismo modo que en el tercer Día de la Creación fue Binah el principal centro activo, también en la tercera etapa del desarrollo de la Oleada de vida humana apareció Eva, cuyo nombre es citado por primera vez en el tercer capítulo del Génesis (3, 20.) Así, tenemos que en Adam la humanidad es hermafrodita, cuando Kether ejerce su dominio. Bajo el dominio de Hochmah la humanidad se divide en dos sexos y el femenino es llamado Aisha. Bajo el dominio de Binah, después de haberse producido el acto de desobediencia a la ley restrictiva de este séfira (el de los luciferes), la mujer primordial recibió de Adam el nombre de Eva y a partir de entonces tuvo la facultad, inherente a Binah, de engendrar hijos. La palabra Eva está formada por las letras Heith-Vav-He. 

Aisha significa la facultad de comprender, reflejada en la propiedad mineral del mercurio. Esta facultad de comprender es la que genera este nuevo nombre, ya que el Heith describe ese estado de las energías en el cual sentimientos y razón se tocan y construyen la base de comprensión de dos mundos, el Emotivo y el Mental. Zodiacalmente el Heith enlaza Piscis con Libra, que es el signo de la mujer. El Vav es el signo de transmisión-enlace de la luz con las tinieblas y de las tinieblas con la luz. La mujer es la que da a luz y también la que recoge la luz-simiente masculina para introducirla en las tinieblas de su organismo físico y elaborar con ella la nueva existencia. El He es el signo de la vida, de la fertilidad. En términos generales Eva significa: el ser que transmite la vida.

Así vemos que a través de Aisha Dios nos transmite la vida espiritual y a través de Eva nos confiere la facultad de transmitir la vida física. En la terminología alquímica, ese tercer estadio de la existencia material, representado por Eva, recibe el nombre de sal, cuya propiedad permite dar un sabor particular a cada cosa, diferenciándolas así entre ellas.

Como el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y, según el principio hermético, lo de arriba es como lo de abajo, tendremos que esos tres Principios se encuentran interiorizados en él y constituyen las tres fuerzas que trabajan constantemente en su vida.

Azufre, mercurio y sal corresponden pues a propiedades activas en cada uno de nosotros y que se manifiestan como voluntad, sabiduría e inteligencia que discierne. Es difícil que el azufre de Kether pueda manifestarse en nosotros en toda su pureza porque representa la suprema unidad, mientras que los hombres estamos divididos en sexos, sin constituir aún vehículos apropiados para la manifestación de la unidad. Desde la cúspide del triángulo supremo, Kether se manifiesta a través de Hochmah o a través de Binah.

Voluntad-Providencia-Inteligencia: en esas tres palabras se encuentra la clave de nuestra existencia. La Voluntad es una fuerza que nos convierte en seres totalmente libres. Cuando la voluntad se pone en marcha, las circunstancias a nuestro alrededor empiezan a moverse y a configurarse de acuerdo con ella.

Cuando nuestra Voluntad ha actuado, la fuerza providencial se pone en juego automáticamente y dispara su chorro de luz para llevar a la madurez y a la perfección aquello que la Voluntad ha puesto en marcha. Si la Voluntad deja de actuar, tampoco la Providencia lo hace, ya que son dos fuerzas dependientes la una de la otra. Éste es un punto de aprendizaje fundamental. Sin la Voluntad, la vida se parecerá a esas aguas estancadas en las que todos los parásitos anidan.

En ciertos momentos necesitamos detenernos a reflexionar, parar el tren de nuestra vida para considerar aspectos profundos de nuestra personalidad y es correcto que lo hagamos. Después de esa parada es preciso poner en marcha la fuerza de voluntad para que el tren continúe su camino de evolución. 

Por ejemplo, para salir del estado que llamamos depresión, se requiere un esfuerzo de voluntad. En el ámbito simbólico, una de las principales causas de las depresiones es la necesidad que la persona tiene de cambiar su estilo de vida, su forma de enfocar los problemas y las situaciones cotidianas. Las personas sienten que sus miembros se paralizan, se niegan a responder, cuando tratan de volver a la carga, de seguir por la misma senda que les ha conducido a la depresión. En cambio, cuando son capaces de mirar un poco más allá de sus problemas, de levantar la vista y darse cuenta del nuevo paisaje que tienen delante, ponen en marcha la voluntad y consiguen su victoria personal. La clave está en el cambio.

La unión Kether-Hochmah da como resultado una voluntad expansiva luminosa, que incita al individuo a crear mundos y más mundos, utilizando la prerrogativa divina de expandirse ilimitadamente. Esta facultad sería interiorizada en el elemento varón, dotándolo de simiente generadora que permite la reproducción en el mundo físico y que es al mismo tiempo signo anunciador de fecundidad en el mundo espiritual.

El tercer centro de energía interiorizado en nosotros se encarga de aplicar la ley. Si la voluntad ha actuado de una manera arbitraria y errónea; si la Providencia ha llevado a la perfección algo que es inadecuado a los ojos de la divinidad, Binah-Inteligencia se encarga de llevarnos a comprender que nos hemos equivocado y con sus correcciones nos enseña a utilizar la Voluntad de conformidad con la ley divina.

La unión de Kether-Binah da como resultado una voluntad conservadora que aprisiona en sí las cualidades ígneas de Kether-Azufre para dar lugar a una creación selectiva, es decir, creación de elementos conformes a su propia naturaleza y limitados a ciertos condicionamientos. Esto nos permite comprender el misterio de la sexualidad; comprender el impulso del varón a generar de forma indiscriminada, mientras que la mujer, cuando sus propiedades esenciales están en orden, lo ejecuta de forma selectiva, con un varón objeto de elección previa. Por otra parte, mientras el varón en el espacio de nueve meses puede generar una cantidad indeterminada de hijos, la mujer debe contentarse con una sola fecundación.

Ya tenemos pues constituida la pareja humana, tal como funcionará en lo sucesivo. Kether-Hochmah será el hombre y Kether-Binah la mujer. Nos referimos a la especie, ya que en lo individual, las sucesivas encarnaciones que el Ego ha efectuado desde entonces han propiciado que la vertiente femenina del varón esté muy potenciada y que la vertiente masculina de la mujer lo esté también.

Así pues, tres son las fuerzas activas en nosotros. De la primera recibimos una libertad absoluta: nada se opone al ejercicio de nuestra Voluntad. De la segunda obtenemos una ayuda divina, que es como una recompensa a nuestros esfuerzos y, en virtud de esa Gracia Providencial, nuestra obra alcanza su grado de perfección. La tercera de esas fuerzas nos obliga a plegarnos a la Ley y, por lo tanto, propicia que nuestra libertad solo pueda ser ejercida en actos que sean conformes al designio divino. Pero la Inteligencia de Binah jamás actúa antes, sino después. En la medida que hayamos abusado de nuestros poderes creadores, nos veremos sometidos a la Ley.

Hesed

El trabajo conjunto de Kether-Hochmah-Binah da lugar a una creación. Binah, al oscurecerse o enfriarse, ha permitido que un mundo existiera en un plano inferior al de esos tres principios. Esa nueva esfera se conoce con el nombre de Hesed

Hesed fue el mundo que los Elohim concibieron para el ser humano y en el que podríamos haber vivido eternamente, pero ya sabemos que fuimos expulsados del Paraíso.

El Centro de energía llamado Hesed entró en funciones en el cuarto Día de la Creación, que es el actual. La divinidad ya había desplegado entonces todos sus poderes, los inherentes a Kether, a Hochmah y a Binah. El resultado era Hesed, que encerraba todos los poderes sagrados y del que emanaban todas las virtudes espirituales. Hesed es un mundo de libertad; es un espacio en el cual la Gracia ha concentrado todos sus dones, y es un mundo en el que la Ley apenas prohíbe nada, tanta es la Bondad que reina en este sagrado lugar. En una palabra: Hesed es el Paraíso Terrenal.

Adam y Eva vivieron allí como reyes absolutos, con dominio sobre los animales y las cosas”. La interpretación profana de este pasaje bíblico convierte a Adam y Eva en un hombre y una mujer, pero en realidad, las letras ADM, que dan lugar al nombre de Adam, significan el Género Humano en la etapa primigenia de su desarrollo, y Eva significa: el Ser que transmite la Vida. Adam y Eva somos todos nosotros en un momento de nuestro desarrollo.

La humanidad de ese periodo apenas tenía conciencia de sí misma y obedecía los imperativos divinos como un autómata obedece los impulsos eléctricos que recibe. El ser humano poseía una visión de la divinidad y actuaba conforme a la voluntad divina.

Hubiese quizá permanecido allí hasta el final de los ciclos evolutivos, pero fue sensible a la voz de la experiencia, del “Mal. Hemos visto como los disidentes de la esfera de Binah fueron precipitados al «abismo» para evitar que perturbaran los designios divinos. Este grupo de disidentes transmitió su herencia, por decirlo de algún modo, a las sucesivas generaciones que alcanzaron la auto-conciencia en los tres primeros días de la Creación, de modo que en los Trabajos de cada Día intervenía una categoría de seres cuya situación era anómala y su actuación contraria a los planes del Creador.

En la época paradisíaca aparecieron pues los Luciferes, que como sabemos eran un grupo de rezagados de la generación de los Ángeles. Para asegurar su propia evolución, los Luciferes decidieron «ayudar» al ser humano, instruyéndolo en todo lo referente a las funciones creadoras. «Si comes esta fruta, -le dijeron-, serás como Dios«.

Esto significa que cada vez que uno se encuentra en el paraíso, es decir, disfrutando de un descanso, de una situación de relax, de un alto en el camino, aparece un luciferiano para incordiar, o sea, algo que nos incite a volver a la acción.

Pero conviene recordar que actúan movidos por nuestra propia voluntad. Se produce la misma situación cuando nos echamos a dormir la siesta y le pedimos a la pareja que nos despierte al cabo de media hora. Cuando ejecute nuestro mandato, estaremos en el paraíso y su intervención puede molestarnos, pero ha sido generada por nuestra propia necesidad de levantarnos y continuar la evolución.

Se ha especulado mucho sobre el sentido de la «fruta prohibida«. Pero todo ello encierra un misterio muy sencillo de entender. La esfera de Hesed, tal como hemos comentado, es el resultado de la acción de los tres centros superiores, Kether-Hochmah-Binah. Se ha visto como este último tuvo que renunciar a parte de la luz que le correspondía para poder engendrar una vida inferior a sí mismo (al igual que la madre cede los elementos de su cuerpo al feto que lleva en su interior.) Ese aspecto de renuncia, de restricción, Binah lo proyecta a todo lo que sale de su esfera, de modo que en ese Paraíso era natural que existiera una restricción, inherente a la participación de Binah. Así pues, Dios tenía necesariamente que prohibir algo a la primitiva humanidad. Sucede lo mismo en el momento que prohibimos a nuestros hijos que falten al colegio, por ejemplo, cuando a nosotros nos pillaron en más de una campana.

Gueburah

La desobediencia a las reglas que imperaban en Hesed-Paraíso propició que aquel mundo de libertad y felicidad se esfumara en beneficio de la polaridad contraria y que el ser humano entrara en el dominio del Rigor. Un nuevo Centro de energía entró en funciones, para ser sede de ese Rigor. Recibe el nombre de Gueburah, cuyo atributo es la Justicia.

Se puede decir pues que el ser humano se vio obligado a salir del Paraíso por haber querido apurar todas las posibilidades que le ofrecía ese mundo. De ahí se desprende una regla importante en la conducta diaria: para conservar la felicidad y el bienestar, es preciso que evitemos apurar las cosas. En las antiguas reglas de urbanidad, se enseñaba a los niños que era de buena educación dejar un poco de comida en el plato. Ese «poco» es la parte de Binah y al hacerlo así se respeta su Ley, la de la renuncia. Apurar hasta su extremo límite, propicia la entrada en funciones del Rigor y la felicidad desaparece. Si apuramos hasta el último minuto para salir hacia una cita es posible que lleguemos tarde, con el consiguiente problema que ello pueda generarnos. Si apuramos la gasolina del coche, el carburador puede llenarse de los restos del fondo del depósito. Si apuramos la batería del móvil, podemos quedarnos a media llamada.

La salida del Paraíso supuso que la conciencia del ser humano se oscureciera y se desconectara de los creadores. Dejó de oír la voz divina de forma directa y, perdida esta guía luminosa, cayó bajo el imperio del deseo. Eso significó un importante cambio de planes y una nueva vía a transitar.

Los deseos le hicieron descubrir su capacidad generadora y el placer inherente al acto sexual. Con anterioridad, en el periodo paradisíaco, los creadores unían las parejas en ciertas épocas del año, a fin de que el acto de generación se realizara al unísono con las fuerzas cósmicas y los hijos venían al mundo sin dolor. Al perder el contacto con la divinidad, el ser humano generó según sus deseos y al violar las normas cósmicas, apareció el dolor.

Caín

El primer hijo de Eva fue Caín, hijo de Samael, la Serpiente. Ello significa que Caín era de una estirpe superior a la humana. La Imaginación, atributo de la mujer, había entrado en relaciones íntimas con los rezagados de una generación superior, que eran los Luciferes, expertos en descifrar la Ley, pero trabajando bajo el dominio de Binah, el rigor, que es el jefe de la columna izquierda de el Árbol de la Vida.

A partir de entonces el ser humano, llevado por el luciferiano Caín, comprendería la ley que rige el universo con la sola ayuda de sus deseos. Sería el principio de todos los dramas y sufrimientos, el precio a pagar por su capacidad creadora.

El Génesis nos habla de la seducción de la mujer por parte de la Serpiente. La palabra que es traducida vulgarmente por serpiente es Nahash, formada por las letras Noun-He-Shin, y nos describe una espiritualidad corrompida, generada en los bajos niveles del mundo material (Noun.) Fabre d’Olivet, un traductor iniciado del Génesis, decía sobre esta palabra: «Nahash quiere decir el ardor cupido, envidioso, interesado, egoísta, que serpentea en el corazón de los seres humanos y lo envuelve en sus repliegues.«

La mujer primordial fue seducida por ese ardor interno que pusieron en el corazón de los seres humanos los luciferes. Lo que interesa ahora recalcar es que Caín es el hijo de la mujer y de una semi-divinidad corrompida, postergada. Ello dio lugar a una alteración en el proceso de creación divina. 

El despliegue del potencial divino exigía que la especie humana, después de ocupar los centros correspondientes a Kether, Hochmah y Binah, ocupara Hesed. Pero Caín en lugar de ser el representante humano de Hesed, es el de Gueburah. Nahash perturbó el orden divino haciendo que naciera primero el hijo destinado a nacer después. Así la humanidad fue arrojada del paraíso sin apenas haber vivido en él.

Abel

Caín es el hermano mayor de la pareja inicial, pero ese puesto hubiese correspondido a Abel, ya que Abel es la entidad espiritual-humana que corresponde a Hesed. Queda así explicado el misterio de los hermanos mayores que deben ceder sus derechos a los menores, que son quienes heredan el reino del Padre. Con Caín el orden divino se alteró, pero ello sólo constituye una peripecia. Hesed es el heredero del reino del Padre, de modo que por muy mayor que sea la estirpe de Caín por su aparición en el mundo, los derechos de primogenitura corresponden a la estirpe de Abel-Hesed.

Caín y Abel suponen dos voluntades enfrentadas, una dirigida a la conquista del mundo material y el conocimiento de todas sus leyes; la otra orientada hacia la conquista de los mundos espirituales. La voluntad que hizo concebir Caín fue más fuerte que la otra y esa voluntad resultó excluyente, es decir, «mató» a la otra. 

Como en la mayoría de los sucesos relatados en la Biblia, es preciso entenderlo como un proceso interior que tiene lugar cada vez que se concibe una tendencia. Si el objetivo al generarla está orientado hacia lo material, es decir, si solo se desean resultados materiales, si en ellos se encuentra la pasión egoísta de Nahash, el hijo que nacerá será Caín. Si, por el contrario, se realiza con un objetivo superior, como podría ser el de adquirir conocimientos, entonces nacerá Abel. Un Abel que dejará de estar amenazado de muerte, puesto que con el correr del tiempo la voluntad de Caín se ha temperado y la misma Biblia nos relata más adelante como Esaú, el hermano mayor, perdonó a Jacob, el hermano menor.

Pero en ese estadio primordial a que se refiere el relato bíblico, la voluntad de Adam y Eva, presionados por Nahash, se orientó hacia la conquista del mundo material y ello los condujo al Este del Edén, fuera de ese exuberante paraíso en el que hubiesen podido vivir, cuyas llaves están en Abel.

Caín representa la columna izquierda del Árbol, la que nos lleva a crecer a través del esfuerzo, la que proclama que la letra con sangre entra. Así que cada vez que las cosas te resultan difíciles es que estás actuando a través de Caín.

En cambio, Abel representa la columna de la derecha, la que nos repite sin cesar que la vida es fácil, que no es necesario esforzarse para obtener buenos resultados.

En tus manos está la elección. ¿Te inclinarás hacia las dificultades o hacia lo fácil? Medítalo.