La Vida Divina: La historia de todos
La Vida Divina, o la vida de Dios, es una narrativa que, en algún momento, todos los seres humanos protagonizaremos. Nuestro objetivo a largo plazo es convertirnos en dioses creadores. En el interior de nuestro Ego Superior, esta historia está grabada, y en cada una de nuestras existencias, interpretamos un episodio único de esta magnífica saga.
¡Libertad para crear!
Disponemos de una libertad total para llevar a cabo esta obra maestra. Somos como directores de orquesta que, tras recibir una partitura, elegimos a los músicos, los instrumentos y el escenario para nuestro concierto. Aunque a menudo no somos conscientes, cada decisión que tomamos contribuye a nuestra historia divina.
La Biblia nos narra esta historia de Dios, revelando los caminos que todos debemos recorrer. A veces somos los Abraham, sellando pactos con la divinidad; otras, los habitantes de Sodoma, enfrentando el fuego del cielo; los José, vendidos por sus hermanos; los que atraviesan el Mar Rojo; los Salomón, y finalmente, los Cristo, donde la naturaleza divina y humana se entrelazan eternamente.
Mente y corazón: La clave de la unidad
Es crucial recordar que debemos unir la mente y el corazón, la personalidad material y la espiritual. Los Evangelios nos marcan el camino hacia esa etapa final que todos debemos experimentar antes de alcanzar la liberación en nuestras tareas humanas.
Los Evangelios reconocidos por la tradición son cuatro, al igual que los Elementos y las letras que componen el nombre divino Yod-He-Vav-He (Jehovah). Cada uno tiene su esencia: el Evangelio de San Juan es el de Fuego; el de San Lucas, el de Agua; el de San Marcos, el de Aire; y el de San Mateo, el de Tierra.
Juan: Revelación y transformación.
Lucas: Conexión con los sentimientos.
Marcos: Lógica y razón.
Mateo: Un compendio de los otros tres.
El camino de regreso a la luz
Los Evangelios se presentan en orden inverso, reflejando el camino de regreso a la luz y a la fuente, al igual que la lengua sagrada se escribe en sentido contrario a la profana, de derecha a izquierda, de modo que el último es el primero. En la ida, comenzamos con el impulso, el ardor que nos da el Fuego. La pasión y el deseo que nos transmite el Agua. La lógica y la estructuración de las ideas del Aire y la concretización y materialización de la Tierra. En el camino de retorno a la fuente, aprendemos a soltar lastre, dejando atrás la materia para ir en busca de la luz y las respuestas que nos transformarán. Sin embargo, nuestra evolución ha sido tumultuosa, a menudo dando un paso adelante y dos atrás. Hoy, son numerosas las personas que recapitulan etapas antiguas, mientras que otros avanzan, viviendo realidades que nos preparan para un futuro brillante.
Así seria por lo menos si las pautas espirituales previstas por la divinidad hubieran sido vividas sumisa y ordenadamente por el ser humano, pero habiendo cortado Adán las amarras que lo unían a la divinidad, la evolución ha sido vivida a trompicones, dando un paso adelante y dos atrás, y son muchas las personas que hoy están recapitulando etapas antiguas mientras que también hay algunas que se están anticipando día a día y que viven realidades programadas para nuestro futuro.