Interpretación esotérica de los Evangelios

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Capítulo 21

La fe como motor de cambio

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La fe es un motor del cambio, es una prolongación de todas las cosas; es la que engendra la esperanza, es la panacea, la medicina que cura todos los males y ayuda a resolver los problemas, puesto que, siendo un agente que promueve las modificaciones internas, al cambiar el ocupante de nuestros vacíos, se disipan los problemas originados por el ocupante anterior. Si la actuación de la fuerza anterior nos puso enfermos, la enfermedad quedará liquidada porque la nueva fuerza de ocupación hará borrón y cuenta nueva. Y si no es enfermedad, si son deudas o paro laboral, o enemigos, etc. vendrá igualmente la gran cancelación.

Vemos pues, que el conocimiento va de par con una determinada forma de comportarse, que lo uno es el polo contrario de lo otro. Pero hay algunas personas que aspiran a conocer y sin embargo quieren, al mismo tiempo, seguir siendo lo que son en su vida ordinaria. Desean lo que ellos llaman poderes, pero no están dispuestos a realizar el esfuerzo, en lo referente a su modo de ser, que les permitiría la conquista natural de esos poderes. Entonces recurren a los ejercicios, que pueden ser de respiración, gimnásticos, o bien la ingestión de drogas, la relajación, etc. 

¿Qué sucede con ellos? Que corren un riesgo ya que por el artificio de esos ejercicios, acceden a sus vacíos internos fuerzas que su organismo no está preparado para albergar y que, por consiguiente, no pueden permanecer en ellos durante mucho tiempo. Mientras esas Fuerzas se encuentran en su interior, la persona tiene una visión sublime de las cosas, pero cuando esas fuerzas lo abandonan, cae en un estado vibratorio inferior al normal, por simple efecto del movimiento de péndulo, y sus vacíos son ocupados por fuerzas portadoras de mayores conflictos y problemas que las que anteriormente estaban activas en él. 

Si ese movimiento pendular se repite, si nuevos ejercicios o nuevas drogas lo alzan, para bajarlo después, los ritmos del organismo se verán profundamente alterados y se romperán por la parte más débil, dando lugar a enfermedades físicas o mentales, o a ambas a la vez. Por ello la Sabiduría no puede ser un trofeo conquistado mediante un ejercicio, sino el fruto de un trabajo interno constante.

Hay otro punto a tocar en esa secuencia de la crónica sagrada, y es el de la responsabilidad de los padres en las enfermedades de los hijos. La ciencia esotérica nos dice que el cuerpo vital nace en los niños a los seis o siete años; el cuerpo de deseos entre los doce y los catorce años, y el mental entre los dieciocho y los veintiuno, según que la persona siga el ciclo de Binah-Saturno o el de Hochmah-Urano. Nos dice igualmente esa ciencia que los niños funcionan con los cuerpos superiores de sus padres, mientras no les han nacido los suyos.

Las enfermedades son debidas, o bien a malformaciones físicas que tienen su origen en el seno de la madre, no habiendo encontrado el Ego Superior encarnante los materiales adecuados para su perfecta construcción, o debidas a un mal funcionamiento de los cuerpos superiores. Precisemos que la madre no siempre es responsable de las malformaciones congénitas y que el Ego Superior encarnante puede verse penalizado por los señores del destino, privándolo temporalmente de la facultad de construir ciertas piezas del cuerpo por haberlas utilizado erróneamente en una pasada encarnación. Penalizado es una manera de decir, puesto que los agentes del destino no hacen más que aplicar la ley de consecuencia que la propia persona ha puesto en marcha.

Así pues, si los niños no tienen unos cuerpos superiores propios que los perturben y si viven conectados al de los padres, es evidente que si caen enfermos, la responsabilidad puede ser de los padres. En este sentido, los padres deben saber que sus pasiones, sus alteraciones emotivas pueden repercutir en sus hijos en forma de enfermedades infecciosas, y sus malas ideas pueden perturbar sus vías respiratorias, ya que el sistema respiratorio, es alimentado por el elemento Aire que, como sabemos, se traduce en pensamiento. Los malos deseos de los padres polucionarán las aguas de sus hijos, dando lugar a putrefacciones, granos, microbios; los malos pensamientos pueden producir resfriados, bronquitis, pulmonías, asma, tuberculosis pulmonar, etc.

Esto no significa que el Ego Superior, cuyo vehículo sufre tales enfermedades, sea inocente. Si ha ido a parar en el seno de esa familia, es porque en una vida anterior estuvo asociado, aunque no participara, en los tejes y manejes de las personas que ahora reflejan en él sus errores. Pero el niño que padece enfermedades antes de los catorce años no está, generalmente, pagando un karma propio, es decir, sus enfermedades no son debidas a faltas que él mismo cometió, sino a faltas a las que estuvo asociado.

La respuesta que da Jesús a la pregunta de sus discípulos nos desvela una secuencia importante de la dinámica cósmica. Dice el Maestro: «No es que él o sus padres hayan pecado, sino que es ciego a fin de que las obras de Dios se manifiesten en él«.

En el curso de esos estudios hemos visto que cuando Dios se manifiesta en el ser humano, lo hace siempre con infinita bondad; es decir, cuando el Ego Superior decide poner a trabajar a sus vehículos mortales en un programa determinado, el aprendizaje y experimentación de ese programa no comporta violencia alguna. Puede pasar, y de hecho ocurre muchas veces, que la personalidad mortal se muestre reacia al propósito de su Ego Superior y que consuma su vida sin haber aprendido una jota de lo que tenía que asimilar.

Al retornar a la vida, el programa no ejecutado volverá a planteársele y, como todo lo que sucede por segunda vez se encuentra bajo los auspicios de Hochmah, este programa le será infundido bajo el signo del amor, gozando de circunstancias extremamente favorables para su aprendizaje.

Pero si por segunda vez Dios, su Dios interno o Ego Superior, no ha podido manifestarse en él, el Programa volverá a presentársele en una tercera encarnación, esta vez bajo los auspicios de Binah, de modo que aparecerá el rigor. Entonces, ante la incapacidad manifiesta de experimentar el programa en condiciones favorables, le será presentado en circunstancias dramáticas, para que lo aprenda de rechazo. Si no ha sabido ver la luz cuando vivía en ella, se le situará en las tinieblas, para producir en él la apetencia de luz que la hará deseable ya para siempre.

O sea que, encontrarnos en un contexto dramático o trágico no se debe necesariamente a los pasados errores. Puede también ser debido a nuestra pereza en el trabajo humano programado por el Ego Superior. Aquellos que ante la evidencia de las cosas, las niegan, porque reconocerlas supondría tener que cambiar de ideas, de sentimientos, de forma de vida; los que niegan la verdad por pura comodidad y prefieren eternizarse en la misma aula, en lugar de pasar al curso siguiente, pueden encontrarse ciegos, no por el mal que hayan hecho, sino como simple cristalización de un estado interno de ceguera en el que se han complacido. Entonces, ante lo radical y evidente de su situación, se acercarán a tientas al camino en el que pasa Cristo y él los verá y les abrirá los ojos.

En el próximo capítulo hablaré de: cumplir su cometido

Kabaleb
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